Vivimos en un mundo acelerado. Muchos dirán que esto es culpa de las redes sociales y de las nuevas tecnologías digitales que aparecen continuamente. Sin embargo, el acelerado ritmo de vida que llevamos tiene unos orígenes mucho más profundos. Y es que la democracia moderna y su inherente ciclo electoral es uno de los problemas de nuestra sociedad ya que tiene una visión cortoplacista.

Foto de Aleksandar Pasaric / Pexels.com

En cada ciclo económico político se pueden ofrecer diferentes elementos para atraer a los votantes (reducción de impuestos, mayores libertades…) mientras se ignoran los problemas a largo plazo (lidiar con el colapso ecológico, el problema de las pensiones…). Así, los gobiernos prefieren soluciones fáciles que actúen en el momento presente pero que, en muchas ocasiones, ignoran sistemáticamente los intereses de las personas del futuro. Y es que la democracia moderna nos ha permitido colonizar el futuro. 

¿Y esto que quiere decir? Pues que hacemos como si los ciudadanos del futuro no tuvieran derechos al delegarles nuestros problemas (y sus posibles soluciones) como la crisis climática o el manejo de los desechos tecnológicos. Y es que no podemos olvidar que nuestras decisiones de hoy afectarán a una población que actualmente no suelen tener ningún derecho ni tampoco representación que defienda sus intereses.

Es necesario recuperar el “pensamiento catedral”, mediante el cual la sociedad planifique proyectos y acciones a muy largo plazo (décadas o incluso siglos) que no ignore las necesidades de las generaciones futuras y no ponga en peligro su bienestar. Para ello es necesario que la democracia establezca ciertas pautas legislativas que garanticen que ciertas temáticas clave para la humanidad se mantengan en el tiempo estipulado independiente de quien gobierne en ese momento. En este sentido, en 2015 surgió en Gales la Ley de Bienestar para las Generaciones Futuras. Con ella se pretende garantizar que los organismos públicos de Gales como los relacionados con temas de protección del medio ambiente o planificación laboral tomen sus decisiones políticas teniendo en cuenta una visión a largo plazo (al menos 30 años en el futuro). Este ejemplo, pone de manifiesto que si la sociedad entiende la necesidad de un cambio de visión la democracia se acabará adaptando a elaborar proyectos a largo plazo. Esta modificación en el funcionamiento de la democracia es difícil, pero, como se ha demostrado, no es imposible. Y por fin podremos ser ese buen ancestro que las siguientes generaciones necesitan y se merecen.

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