Toda revolución necesita de unos héroes. Y por supuesto la «revolución científica» no iba a ser menos. Dado que en aquella época la mayor parte de la población era analfabeta, una buena forma de llegar a los ciudadanos es el uso de las imágenes como forma de difusión. Esto era algo que bien sabía la Iglesia y es que si nos fijamos en la producción artística religiosa y estudiamos su iconografía podemos deducir que se le quería transmitir a los fieles. De forma similar, se intentó convertir a los personajes científicos en «genios» y «visionarios» y para ello se ensalzó su figura a través de la pintura.

Os voy a enseñar dos ejemplos.

El geógrafo de Veermer

En este cuadro se ve a hombre con actitud activa vestido con un atuendo típico entre los estudiosos de la época. El geógrafo se presenta como una persona emocionada por la investigación científica que lleva a cabo, hecho que se refuerza con los instrumentos que se observan a su alrededor (el compás, los mapas, las cartas, el globo terráqueo, los libros).

El astrónomo de Veermer

En este cuadro, se ve a un hombre (muy parecido al anterior) estudiando un globo terráqueo que simboliza su profesión. Al parecer el libro que se encuentra sobre la mesa «Instituciones Astronomicae Geographicae» (o Manuel de Metius) está abierto por el capítulo III donde se recomienda el conocimiento de la geometría, la ayuda de instrumentos mecánicos y la inspiración de Dios para la investigación astronómica. Además, el cuadro de la pared representa el conocimiento y la ciencia al simular el descubrimiento de Moisés.

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