
Los seres humanos siempre nos hemos sentido atraídos por la Luna. Y cuando digo siempre es siempre, ya que no hemos conocido el mundo sin ella. Y es que nuestro querido satélite lleva nada más y nada menos que 4.400 millones de años haciéndonos compañía.
Pero… ¿De dónde salió la Luna? Pues de una gran colisión entre un gran objeto (un hipotético protoplaneta llamado Theia) contra la Tierra. Los restos resultantes de este gran choque salieron disparados, llegando a 25.000 kilómetros de distancia, y tras agruparse dieron lugar a la Luna.
La creación de este satélite tuvo (y sigue teniendo) varias consecuencias para nuestro planeta.
Las mareas. Son cambios periódicos del nivel del mar producidos por la atracción gravitatoria de la Luna (y también del Sol). Las mareas altas se producen siguiendo diferentes ciclos según las distintas regiones (aquí en Galicia son cada 12 horas) debido al movimiento de rotación de la Tierra que hace que la parte afectada por la Luna vaya cambiando.
Noches menos oscuras. Aunque la Luna no tiene luz propia, si que puede darnos buena visibilidad al ser capaz de reflejar la luz procedente del Sol.

Las estaciones del año. Las estaciones son periodos de tiempo, de mayor duración que los meses, que tienen un comportamiento característico en relación a alguna variable meteorológica (como las precipitaciones o la temperatura). Su existencia se debe a que cuando se originó la Luna, el choque responsable cambió el eje de rotación de la Tierra. Hoy en día el eje está inclinado 23,5º respecto a la perpendicular que corta el plano de la órbita. El hecho de que el eje este inclinado es algo esencial para entender el clima terrestre.
La combinación de la oblicuidad (el ángulo que forma el eje de la rotación terrestre), la excentricidad de la órbita (forma de la órbita terrestre en torno al Sol, más circular o más elíptica) y la precesión (el giro del eje de rotación alrededor de la perpendicular al plano de la órbita) de la Tierra son los que determinan cómo varía el clima global a lo largo de los milenios. La descripción de cómo estos tres parámetro influyen en el clima terrestre es lo que se conoce como variaciones orbitales o ciclos de Milankovitch.
Estos tres parámetros cambian a lo largo del tiempo debido a las interacciones gravitatorias entre los objetos del Sistema Solar: 1) La oblicuidad puede variar de 22,1° a 24,5° a lo largo de 41.000 años; 2) La excentricidad de la órbita aumenta y disminuye a lo largo de dos ciclos superpuestos, uno con una duración de 100.000 años y otro de 413.000; y 3) la precesión del eje de rotación terrestre se modifica a lo largo de 21.000 años.
Los ciclos de Milankovitch dan una explicación al hecho de que a lo largo de la historia se sucedan cíclicamente periodos glaciares con periodos interglaciares. Las glaciaciones se caracterizan por una alta excentricidad, baja inclinación (oblicuidad) y una distancia grande entre la Tierra y el Sol. En cambio, los periodos interglaciares tienen una baja excentricidad, gran inclinación (oblicuidad), y distancia menor entre la Tierra y el Sol.