
Hoy en día somos muchos los que disfrutamos de vez en cuando de un buen vaso de leche con galletas. Y es que comer galletas y remojarlas en leche (no es igual para el té o el café) hace que tengan un mejor sabor ya que sus pequeñas partículas de grasa mantienen durante más tiempo el sabor en la lengua permitiendo que algunas de ellas lleguen también a la nariz. Además, mojar las galletas hace que cambie tanto su textura como su composición química. Pero seguro que en más de una ocasión mientras estabais despistados habéis acabado maldiciendo porque se os había caído la mitad de la maldita galleta a la leche para acabar en el fondo del tazón. Pero…
¿Por qué se rompen las galletas cuando las mojamos en leche?
La culpa de que se nos rompan las galletas al meterlas en la leche es que estas son porosas, tienen un montón de canales en su interior. La leche puede pegarse al interior de estos canales que debido a la acción capilar tiene la capacidad de subir o bajar. Este fenómeno físico de la capilaridad hace que la galleta se empape y cuando llega a un punto de saturación ya no puede absorber más líquido y empieza a deshacerse. Además, el interior de la galleta está “pegada” con azúcar que con el calor de la leche se disuelve más fácilmente haciendo que la galleta se derrumbe por su propio peso.
¿Cuánto aguantan las galletas sin romperse?

Esto varía de una galleta a otra ya que depende del porcentaje de grasa, del grosor, de si está rellena o de si tiene cubertura, etc. Por ejemplo, si sumergimos una Oreo en leche en tan solo un segundo se empapa el 50% de la galleta. Sin embargo, si mojamos la Oreo durante dos segundos se impregna el 80%. Este tipo de galleta se moja por completo en solo 3 segundos, a partir de los cuales la masa se rompe. Además también influye donde mojemos la galleta, no es igual la leche que el café o el té. Tampoco si la leche es entera o desnatada.
¿Cómo se debe de mojar una galleta para que no se rompa?
Según un artículo científico (Fisher, 1999) la forma ideal de mojar la galleta en la leche es hacerlo de manera que parte de ella pueda permaneces seca (y mecánicamente fuerte) y soportar el peso de la parte húmeda. Por eso, en lugar de coger la galleta verticalmente deberíamos de hacerlo con un ángulo poco profundo, de forma que la superficie inferior se humedezca pero la superficie superior siga seca. De hecho, existe la ecuación de capilaridad formulada por Washburn en el siglo XX con la que se podría predecir el tiempo de inmersión perfecto de las galletas. Gracias a ella, Fisher no solo determinó que el tiempo óptimo de inmersión de una galleta típica británica es de entre 3 y 5 segundos sino que también consiguió un Ig Nobel.

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