Durante nuestra educación formal en el colegio o en el instituto lo que se nos enseña sobre historia de la ciencia suele ser, en realidad, una cronología. Es decir, se nos dan las fechas de los diferentes descubrimientos ordenadas cronológicamente dando a entender que el desarrollo de la ciencia se debe a una sucesión de avances que van teniendo lugar en momentos puntuales de la historia. Además, aparecen solo los conocimientos o inventos que hoy en día se consideran válidos como si los errores cometidos por el camino no nos hubieran ayudado a llegar hasta donde estamos hoy.

Según Kunh en “Progreso a través de las Revoluciones” la comunidad científica no genera conocimiento de una forma lineal. Primero, se hacen estudios e investigaciones alrededor de una creencia científica, una forma de ver el mundo (paradigma). A partir de ahí, surgiría la fase de la ciencia normal donde todas las investigaciones funcionan siempre en base al paradigma. Sin embargo, al cabo de cierto tiempo aparecen datos e ideas que no encajarían con este paradigma lo que hace que se produzca una competición entre los defensores de la idea establecida contra los que apoyan una nueva forma de entender el mundo y que quiere hacerse hueco. Este tipo de crisis que se produce en las comunidades científicas cada cierto tiempo (entre periodos de ciencia normal) es lo que se denomina revolución científica. Cuando se establece un nuevo paradigma se producen cambios muy importantes en el conocimiento de la época y es que además el viejo paradigma se abandona por completo ya que se considera obsoleto e inservible.
De esta forma la ciencia avanza gracias a que se van produciendo diferentes revoluciones que rompen con la idea científica acerca de algo (paradigma) y se olvida para dar lugar un nuevo paradigma. Sin embargo, el progreso solo parece ser evidente y estar asegurado durante los periodos de ciencia normal ya que en los momentos de crisis se produce la necesidad de reexaminar de forma constante los primeros principios.
En resumen, se podría decir que el avance de la ciencia es similar a la evolución de los organismos. Ya que el resultado de la ciencia actual no es otra cosa que una secuencia de revoluciones científicas, separadas por periodos de investigación normal. Lo que no hay que olvidar es que esta «evolución» de la ciencia al igual que ocurre con la biológica no tiene una meta establecida y es que tenemos que tener claro que no existe una verdad científica que sea fija y permanente.