Las infecciones han sido claves a lo largo de nuestra historia, pues las enfermedades más graves pueden tener un gran impacto no solo en nuestra salud sino también en nuestra sociedad. Algunos ejemplos muy conocidos son la peste y la lepra durante la Edad Media, el tifus, la difteria y la sífilis durante el Renacimiento o la viruela, el sarampión y la fiebre amarilla en el siglo XVIII. Hoy quiero hablaros del tifus exantémico (no confundir con la fiebre tifoidea) y la fallida invasión rusa napoleónica.

La enfermedad del piojo verde o tifus exantémico es una forma de tifus causada por la bacteria Rickettsia prowazeki. Se considera una enfermedad bastante rara (afecta a 1 de cada cinco millones de personas al año), de la que no hay una vacuna comercial y se trata eficientemente con antibióticos. Su periodo de incubación dura entre una y dos semanas. Después de este tiempo empiezan a aparecer síntomas gripales como dolor de cabeza, fiebre alta, escalofríos, etc. Sin embargo, a los dos o tres días empiezan a aparecer delirios y a los 4-7 días aparece una erupción cutánea característica.
La transmisión del tifus exantémico depende del piojo del cuerpo (Pediculus humanus corporis), ya que la bacteria Rickettsia prowazeki se encuentra en sus heces. Cuando una persona que tiene piojos infectados con esta bacteria se rasca la piel permite al patógeno llegar a la sangre y producir la infección. Así que os podéis imaginar que el hacinamiento y la falta de medidas higiénicas que se dan en las guerras facilitan mucho la transmisión del tifus causando una gran mortalidad. De los más de 600.000 soldados con los que Napoleón marchó hacia Rusia en 1812 sobrevivieron menos de 30.000. Estudios afirman que en la campaña rusa de Napoleón el tifus (transmitido a través de los piojos) tuvo un papel muy importante. Y es que las estimaciones sugieren que morían más soldados a consecuencia del tifus que de la batalla. Así es como se dice que Napoleón perdió la guerra contra el el frió, el hambre y el tifus.